Datos clave
Galicia es una región situada en una posición periférica del noroeste de España. Con una superficie total de 29.574 km² y una población de 2,69 millones de habitantes, su densidad de población media es similar a la del resto de España (91 y 94 habitantes/km², respectivamente). Sin embargo, alrededor de tres cuartas partes de la población se concentran en apenas una quinta parte del territorio, lo que significa que la densidad de población media de los municipios rurales es de sólo 30 habitantes/km². Pese a todo, quizá uno de los principales aspectos diferenciadores respecto del resto de España sea el alto grado de fragmentación de la propiedad: se estima que alrededor de 1,9 millones de personas son propietarias de tierra (aproximadamente dos tercios de la población total), y el número total de parcelas está cerca de los 12 millones. En resumen, cada propietario posee, en promedio, alrededor de 1,5 ha de tierra, a menudo divididas en varias parcelas separadas. Un segundo aspecto destacable es la alta dispersión del hábitat rural en Galicia: con sólo el 6% de la superficie total de España, Galicia concentra la mitad del total de entidades de población (más de 30.000 de un total de 60.000 en España), de las cuales el 90% tiene menos de 100 habitantes.
La población rural ha experimentado una tendencia a la baja desde los años 1960, pero el número total de asentamientos sigue siendo de unos 30.000, lo que significa que muchos de ellos ahora están habitados por un número muy reducido de personas. Durante el último medio siglo se ha producido una intensa especialización espacial del sector primario, que se ha traducido en una fuerte expansión de las áreas arboladas y de matorral y, lo que es más importante, en un gran aumento de la continuidad espacial de la biomasa. Esto, combinado con episodios ocasionales de sequía estival, breves pero intensos, da como resultado un riesgo de incendio forestal bastante alto. Se trata de una preocupación muy relevante en la extensa interfaz urbano-forestal entre zonas pobladas y seminaturales y, en consecuencia, ha provocado un aumento constante del gasto público en equipos e infraestructuras contra incendios que alcanzó los 173 millones de euros anuales en 2020.
Reconociendo que la despoblación rural, el abandono de tierras agrícolas y los incendios forestales están esencialmente entrelazados, en 2021 se creó un nuevo instrumento jurídico (las “aldeas modelo“). Este instrumento tiene como objetivo favorecer la gestión activa del suelo en las proximidades de núcleos de población habitados, conciliando el uso activo y la propiedad del suelo y fomentando enfoques innovadores para la participación local, la producción agrícola y la mejora del nivel de vida.